domingo, 5 de mayo de 2013

Xosé Manuel Beiras: "La ciudadanía está harta de la agresión del poder"


Destacamos los párrafos que consideramos más relevantes de la entrevista realizada por Orencio Osuna a Xosé Manuel Beiras para Nueva Tribuna, y titulada "La ciudadanía está harta de la agresión del poder".  Son los siguientes.-

Los ciudadanos están hartos -además de los graves problemas que están padeciendo-, de la agresión del poder. Ellos eligen representantes que detenten, por delegación, un poder para resolver sus problemas y resulta que ese poder lo que hace es agredirles. En conexión con eso, lo que los ciudadanos perciben es que necesitarían que lo que ellos expresen en la calle se exprese en las cámaras de los representantes, e incluso la manera en que ellos se expresan fuese la forma en que lo hicieran los representantes de ese poder que es un poder despótico, oligárquico, disfrazado de democrático.

La propuesta electoral que nosotros hicimos fue un programa muy escueto de dos docenas, más o menos, de ejes, de iniciativas, pero que recogían precisamente en Galicia las alternativas de los propios movimientos sociales, de las redes de los movimientos sociales que participaron en todos los procesos de encuentro y, por otra parte, de las reclamaciones y alternativas que fueron surgiendo de los movimientos inclusivos de los últimos tiempos como el 15M.

Un fenómeno que hay que tener en cuenta en los últimos decenios es la creciente disociación entre la izquierda social y la expresión o representación política organizada en la sociedad política, que diría Gramsci, de la izquierda.

Bien, ¿y qué pasa con la izquierda institucional?: que cada vez está más fraccionada por la dinámica del aparato propio del Estado, que la lleva a que se rompan los puentes que son los partidos. Los partidos nacen como puentes entre los distintos sectores de una mayoría social. En los aparatos políticos de la izquierda, en lugar de retomar la situación, de reforzar sus vínculos con sus bases sociales, se dejan arrastrar por las dinámicas del aparato del Estado y se convierten en clase política en el sentido peyorativo de la palabra. Todo ello da lugar a la pérdida de credibilidad de la izquierda y, por lo tanto, las organizaciones de izquierda de la democracia representativa, de las bases sociales y cívicas de la izquierda en el aparato del Estado, cada vez son más vistas por la ciudadanía como menos representativas y son metidas en el saco, en el mismo cajón de sastre, de la casta política en general.

El proceso provoca que se corten los canales de comunicación entre la izquierda social y la política y provoca la concentración del poder en una oligarquía. Existe la percepción para la ciudadanía de que los inquilinos de las entidades políticas son muñecos de un ventrílocuo que está al margen de cualquier control, ya no sólo democrático, sino institucional y a la rotura de la relación entre ciudadanos y aparato del Estado. La ciudadanía más consciente considera inservibles los aparatos políticos de la izquierda para la solución de los problemas.

¿Cuál es para mí la situación dilemática? Que o bien la izquierda se regenera, se reformula, se reestructura, para conseguir expresar lo que necesita la izquierda social –que, además, con la polarización de la  desigualdad  abarca cada vez más a un conjunto más grande, de la base ciudadana, de lo que llamo yo ciudadanía común- o si no la nueva expresión política tendrá que emerger de la propia ciudadanía más activa.

Es necesaria una ruptura democrática como la que se intentó por la ciudadanía antifranquista y sus organizaciones tanto sindicales (sobre todo),  como sus organizaciones políticas clandestinas. Es necesario un proceso de ruptura democrática en el que hay que aprender de las causas por las que se frustró en su momento, en el tardo franquismo, en la llamada Transición y fue suplantada por la reforma política, como yo decía, de lo irreformable. Porque, claro, un régimen político democrático defectuoso se puede reformar para mejorarlo, pero un régimen antidemocrático no se puede reformar. Hay que lograr ahora ya una ruptura democrática con la segunda restauración borbónica.

AGE no nace pretendiendo ser una nueva organización política, un frente en el sentido sociopolítico sino como un acuerdo para la unidad de acción en una institución muy concreta que es la cámara de representantes gallega en el marco autonómico, pero que puede ser el punto de partida  para su reformulación en otras convocatorias electorales, por ejemplo, las municipales.

Para mí lo importante es si, en la lucha de la ciudadanía común, de las clases sociales explotadas y subalternas frente al capital y sobre todo contra el capital financiero, que es el que tiene la hegemonía en el periodo de estos tres últimos decenios, va a ser a favor de lo que está emergente o revienta. O, como diríamos en términos marxistas, que la correspondencia entre la base real de la sociedad y la superestructura jurídica política se rompe, deja de haber la correspondencia necesaria y,  por lo tanto, revienta por arriba, cambian las instituciones como cambiaron en la transición sistémica de modos de producción en la historia en distintos puntos del planeta. O si el capital financiero va a ser capaz de ahogar todo eso y entonces, fatalmente, ese monstruo no podrá disfrazarse indefinidamente y tendrán que emerger formas de neototalitarismo, lo que sería una tragedia enorme. Y luego está la otra dimensión, que es la dimensión del sistema en cuanto tal, es decir, de los límites a los que llegó la lógica del modo de producción capitalista. La lógica del sistema mundo que son los límites de resistencia posible y eso nos lleva a si el cambio, si la transición tiene que ser también sistémica en el sentido de que el capitalismo no puede cambiar… porque lo devora todo.

Puedes leer la entrevista en su totalidad pulsando sobre el siguiente enlace.-


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